En la mitología griega, se le encomienda al titán Epimeteo la misión de inventar una herramienta natural de protección para cada uno de los animales recién nacidos. Así, Epimeteo decide repartir pinchos a los erizos, veneno a las serpientes, tinta a los calamares, patas veloces a las liebres… Una vez acabada su tarea y después de librar todos y cada uno de los animales a Zeus, se da cuenta que se ha olvidado de una criatura, la más torpe y chapucera, a la cual ya no le queda nada más a ofrecer como protección: el ser humano, que permanece desnudo y vulnerable frente a la hostilidad del mundo.

Este proyecto trata sobre la relación entre el trabajo y la vida, una necesidad que surge de querer profundizar en aquello que se esconde detrás de nuestras propias prácticas artísticas. ¿Qué se pone en juego en este intercambio metafísico que hay implícito en el contrato de compraventa entre el artista y la sociedad? ¿Necesita la sociedad al artista? ¿Sirve para algo el teatro, sirve para algo el arte?
Y, más allá del propio artista, un cuerpo sin talento es sobre el trabajo y como este se traga la vida, sobre cómo progresivamente se mercantilizan todos los aspectos de la vida. Sobre el cuerpo, este cuerpo que vive y que trabaja, un cuerpo solo, vulnerable por la precariedad de sus recursos, por la fragilidad de su existencia, que se sirve del ingenio tecnológico para ampliar sus posibilidades y para defenderse de todo.