El punto de partida es abrir el espectro de representaciones que el Diablo ha tenido en diversas culturas, con el objetivo de encontrar algún sustrato que las conectara. Esta documentación transcultural lleva a considerar, en primer lugar, el propio marco referencial, rescatando las figuras que pudieron haber sido consideradas "diabólicas" desde la época prehispánica hasta nuestros días, desde los diablos de pastorela hasta los oscuros demonios occidentales de la edad media desde el chamanismo profundo de las culturas indígenas hasta el satanismo grosero de los juegos adolescentes, el oscurantismo gélido de un diablo judeocristiano o el colorido del demonio en las danzas populares.